Nuestra historia nos brinda un panorama y pensamiento distinto a la realidad en que vivimos actualmente. Los antiguos mexicas valoraban la naturaleza sobre cualquier otra cosa; para ellos el color verde era símbolo de la vida, el regalo de las divinidades y por ende algo que debía ser cuidado.
En los últimos años el medio ambiente de nuestro país ha sufrido varios golpes debido a la tala clandestina, la sobre explotación de los recursos, los incendios y la contaminación constante. El problema radica en el poco valor que le otorgamos a la existencia de estos hábitats. En la mente del mexicano actual la perdida e inexistencia de los bosques, los lagos, la vegetación y la fauna es simplemente una consecuencia inevitable cuyas consecuencias deben mantenerse escondidos en un cajón hasta el día en que realmente sean notorios.
Tristemente, ya lo son. Con el 80% de pérdida de los bosques en el estado de Michoacán la temperatura promedio ha aumentado varios grados puesto que los arboles, al igual que los lagos sirven de regulador ambiental.
El papel de las autoridades ante estas circunstancias ha sido el del informador discreto. Las distintas secretarias y cuerpos gubernamentales arrojan algunos datos y estadísticas a la población, aparentando una impotencia ante los sucesos y acciones que se van desarrollando con mayor peligro. Un claro ejemplo del poder de esta amenaza se nos revelo hace unas semanas con el incidente en el estado de Coahuila, en el que un incendio forestal se propago con tal magnitud y velocidad que los cuerpos de protección del gobierno duraron muchos días en apagar las llamas. Se estima una pérdida de alrededor de 500 mil hectáreas de bosque en este zona de México y los estudiosos en la materia ya comenzaron a calcular las repercusiones que tendrá en el futuro a un corto y largo plazo.
No nos debe sorprender que este tipo de acontecimientos vayan incrementando en nuestro país y que sintamos las consecuencias poco a poco. En nuestros bolsillos, en nuestro camino al trabajo, en los años que han de venir.
Lo hemos oído una y otra vez, de distintas formas y distintos colores. Pero el problema sigue siendo el mismo, no sabemos valorar lo que tenemos y nunca se hará al menos que comencemos a redescubrir el mundo que nuestros antepasados ya se sabían de inicio a fin. El bosque es vida y por ende debe ser cuidado.
Por: Daniel Becerril
Muy bien.Este material es interesante y original.
ResponderEliminarSin embargo, he de penalizarlos por las faltas de ortografìa
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